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Un equipo del CONICET participó de la restitución de restos humanos arqueológicos en Puerto Madryn

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Fueron restituidos a comunidades originarias. Habían sido hallados el 12 de julio de 2020 en una playa de la zona.

Publicado el 12 de julio de 2021 – CONICET Por Alejandro Cannizzaro

El 12 de julio del 2020, frente a la playa de Puerto Madryn, una pareja que había salido a caminar halló un cráneo semi-enterrado en el suelo. Sacaron una foto con el teléfono celular y se comunicaron con la arqueóloga e investigadora principal del Instituto de Diversidad y Evolución Austral (IDEAUS-CONICET), Julieta Gómez Otero. De inmediato se activó el Protocolo de Tratamiento de Restos Humanos Arqueológicos de Chubut  (Ley Provincial V/160) y se puso en contacto con la Policía Científica de Puerto Madryn, la Subsecretaría  de Cultura y la Dirección  de Asuntos Indígenas de la provincia.

Dos semanas más tarde, tal como contempla el protocolo, funcionarios y veedores por las comunidades de Puerto Madryn se convocaron en el lugar para dar inicio a la excavación.  Cuando  las científicas comienzan a excavar los restos, los instrumentos musicales suenan y las voces elevan plegarias y cantos. “Las comunidades estaban pidiendo newen (fuerza, energía) y permiso a la Mapu (Madre Tierra)  y a los ancestros. Fue muy emotivo, verlo y sentirlo mientras estábamos trabajando. Y es difícil de explicar, pero nos hizo muy bien. Se produjo una gran conexión entre todas las personas presentes”, comenta la arqueóloga.

Los restos se encontraban enterrados de forma inusual. La disposición llamó la atención del equipo de científicas que trabajaba en el lugar. Por ejemplo, los dos omóplatos habían sido colocados del mismo lado y algunos huesos largos estaban entremezclados con costillas y vértebras. “Se trataba de un entierro secundario; no es la primera vez que observamos este procedimiento. Era una práctica que consistía en desenterrar un cuerpo tiempo después de su primera inhumación, cuando ya las partes blandas se habían degradado. Luego se lo volvía a enterrar pero de una manera muy diferente a la posición anatómica de una persona en vida”, explica Gómez Otero. Los estudios posteriores confirmarían que los huesos se habían dispuesto en nueve capas, siendo el cráneo el último en colocarse.

A solicitud de la Subsecretaría de Cultura provincial y con la autorización de las comunidades originarias, todo el conjunto fue trasladado para su estudio al CENPAT, a los laboratorios de Arqueología y Antropología Biológica del IDEAUS-CONICET. Algunos días después, comenzaban a obtenerse los primeros resultados.

“El análisis bioantropológico indicó que el perfil biológico del esqueleto se corresponde con un individuo de sexo masculino, adulto medio (30-40 años) y con una talla estimada entre 166 y 169 cm. El individuo presenta osteoartritis en vértebras cervicales, vertebras dorsales, en la porción distal del fémur y el peroné derechos”, asegura el estudio realizado por la profesional principal del IDEAUS-CONICET, Gabriela Millán.

El hombre del mar regresa a la tierra

El sitio del hallazgo, es un médano próximo al mar. Las olas en su vaivén, han roto durante años allí, donde los restos permanecieron enterrados. Las antropólogas encontraron algunas conchillas marinas entre los huesos. Las comunidades han bautizado, entonces, a la persona encontrada ahí como Puel lafken wentru, que en lengua mapuche, significa, “hombre del mar del este”.

Una vez analizados y presentada la información a las comunidades; los restos les fueron restituidos para que puedan, según sus tradiciones y ceremonias originarias, volver a enterrarlo.

“Los huesos, se entierran de la misma forma en el que se encontraron. Tiene que ver con el recorrido que este ancestro debe transitar. Para nuestras comunidades la muerte es un camino por el que tenemos que pasar y que nos conduce hacia un espacio diferente. Quien lo haya enterrado nos marca, a su manera, el camino a seguir. Dejarlo de esa misma forma hace a la cosmovisión de nuestros pueblos y a la voluntad de una persona de nuestra comunidad que decidió sepultarlo en ese lugar y de determinada manera para que comience su viaje hacia la Tierra de arriba; el Huenu Mapu”, afirma Cándido Sayhueque, director de Asuntos Indígenas de Puerto Madryn.

Para las comunidades, estos restos señalan además, antecedentes muy importantes. “Dan  testimonio de la prexistencia de nuestros pueblos en la región. Encontrar un ancestro aquí, es señalar la presencia territorial de los pueblos indígenas. Es un testimonio contundente al respecto”, señala Sayhueque.

Para Lucas Antieco, longko de la comunidad originaria Lof Julio Antieco, poder recibir los restos y realizar la ceremonia de restitución es importante porque es la forma de poder continuar y mantener nuestras tradiciones. “Llegamos al lugar de la sepultura, luego de haber preparado el cuerpo según nuestras costumbres el día anterior y ahí realizamos una ceremonia con cantos, gritos sagrados y con música. Luego, fuimos haciendo pequeñas reverencias y colocando muy despacito algunos elementos que van a acompañar al ancestro al wenu mapu: la tierra de arriba o escalinata, universal”, describe el longko.

Además Antieco destaca el vínculo sagrado que las comunidades originarias tienen con la naturaleza. “Nuestra cultura está relacionada con el ambiente. Está compuesta por ríos, arroyos, lagos, el mar, por las montañas, los valles y los cañadones secretos y profundos. Por el cosmos. Cada familia es parte de ese todo y todos somos iguales. Lo volvemos a la Madre Tierra, porque ella nos tiene reservado un lugarcito para nuestro descanso”, dice.

Para Julieta Gómez Otero, esta experiencia ha sido muy trascendente. “Es muy importante trabajar de forma mancomunada con otras culturas, con otros saberes. Nos formaron desde la academia con la idea que la ciencia es el saber supremo. Esto no es así. Hemos aprendido mucho trabajando junto a las comunidades. La diversidad es maravillosa cuando uno la acepta”, asegura.

El equipo de arqueólogas, antropólogas y biólogas, estuvo conformado por Julieta Gómez Otero, Gabriela Millán, Ariadna Sbovoda y Anahí Banegas. Todas pertenecientes al IDEAUS-CONICET. Quienes encontraron casualmente los restos fueron dos vecinos de la ciudad de Puerto Madryn, Lucrecia Cella y Mariano de Bernárdez, el 12 de julio de 2020. Además desde el momento del hallazgo, a la restitución, fueron informados y prestaron colaboración en las diferentes etapas:

  • Por la Secretaría de Ciencia, Tecnología y Cultura del Chubut: Mauro Carrasco.
  • Subsecretaría de Cultura del Chubut: Prof. Matias Cutro
  • Leandro Loupias (Director General de Patrimonio) y Prof. Evelyn Beroiza (Directora de Investigación).
  • Por la Dirección de Asuntos Indígenas de Chubut: Rubén Ricardo Romero Saihueque.
  • Por la Dirección de Asuntos Indígenas de Puerto Madryn: Cándido Sayhueque.
  • Por la Policía Científica: el Comisario Inspector Marcelo Rodríguez, el Comisario
  • Mayor Christian Ansaldo y la Oficial Inspectora Zaira Cozzoli.
  • Por las Comunidades Originarias presentes: el Lof Willi Pu Folil Kona, representado por la Longko Rita Rosa, el Lof Nguenechen Peñi Mapu representado por el Longko Mauricio Antieco, el Lof Julio Antieco representado por el longko Lucas Antieco.
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